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Había un árbol en casa de mi abuela, frente a la ventana de su dormitorio y al lado de un camelio blanco. Plantado cuando mi padre era niño, era un árbol añoso con solo un gancho vivo. Daba unos duraznos sorprendentes, enormes, rojos y jugosos que disfrutábamos al término de las vacaciones de verano. Mi abuela se enojaba porque al comerlos nos manchábamos la ropa. Volvimos a comerlos el verano del 2014 y decidimos cultivarlos para conservar los recuerdos de la infancia.
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Mostrando entradas de mayo, 2020
Publicado por
La Duraznera
Reineta, limon y aji, pero no es un ceviche.
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